Kerry Packer: un jugador de otro nivel

Cuando a menudo hemos repasado la vida de algunos de los jugadores más destacados en la historia de los casinos, con frecuencia hemos encontrado hombres que surgieron de entre la nada. Si tuviéramos que apostar por cómo les iría la vida, seguro que por muchos de ellos no pagaríamos ni un euro por su éxito.

No todo el mundo nace en familias adineradas que tienen la oportunidad de proporcionar a sus hijos una vida de derroche. En ocasiones ni si quiera tienen para los servicios mínimos, por lo que muchos tienen que buscarse la vida y dedicarse a pagarse sus gastos de forma autónoma.

Pero es cierto que en otros casos todo viene rodado. El dinero es jugoso y llama a gastarlo, aunque sea de una forma burda y absurda. Y más si es cuando se tiene efectivo en el banco. Entonces ahí resulta demasiado sencillo emplearlo en cosas como las apuestas.

Hemos comprobado como muchos jugadores se han curtido desde pequeños en el mundo del juego, sin embargo, a nuestro personaje de hoy no le ocurrió lo mismo. Fue en planea madurez, cuando ya estaba asentado en su empresa, cuando empezó a interesarse por ir a los casinos. Al final lo acabó convirtiendo en un estilo de vida.

No le hizo falta aprender el conteo de cartas porque lo que él buscaba era juego que tuviera que ver única y exclusivamente con el azar. Es lo que le movía a apostar y por tanto lo que le llevaba tanto a perder como a ganar. Para muchos sus ganancias quedarán minimizadas por la cantidad de dinero que se dejó en el camino para lograrlo. Para otros, sin embargo, será un auténtico maestro por haber sido capaz de arriesgar tanto dinero de una sola vez. ¿Despilfarro afortunado o profesional osado? He ahí la cuestión.

Kerry Packer es la persona a la que nos referimos. El magnate de los medios de comunicación australianos aprovechó el poder que tenía su familia para dar continuidad al negocio y convertirse en uno de los propietarios de este sector más poderosos e influyentes del mundo.

Se inició en las apuestas en la mitad de su vida y estableció verdaderos récords en mercados en los que nunca nadie se había atrevido a apostar como lo hizo el oceánico. Un hombre adinerado y que se concentró en que el mundo supiera quién era. Apostó fuerte y mucho.

Packer nació en Sydney el 17 de diciembre de 1937. El australiano no tuvo una vida fácil debido a varias enfermedades que sufrió en su infancia, si bien es cierto que la gran repercusión que tenían sus padres le ayudó a superar las dificultades sin ningún tipo de problemas. Su padre era el que por aquella época controlaba ya la agencia de medios de comunicación, mientras que su madre era la hija de un famoso jugador de rugby al que mucha gente admiraba. Eso le convertía a él en el futuro heredero de todo ello, a pesar de que tuviera un hermano mayor.

Fuente: bytesdaily.blogspot.com

Kerry jugó precisamente al rugby en la escuela, aunque también le llamaron la atención otras prácticas como el boxeo o el cricket. Los deportes no terminaron de ser lo suyo, pero tampoco los estudios. Tuvo problemas para rendir como debía académicamente y años más tarde se descubriría que tenía una dislexia que no se le llegó a diagnosticar nunca. En su familia la situación tampoco era la mejor, ya que su padre se peleó con su otro hijo Clyde, aunque eso le ayudó a que cuando éste muriera todo el patrimonio quedara en sus manos.

También influyó el hecho de que su hijo superó la poliomielitis de pequeño. Esta enfermedad le afectó al sistema nervioso, aunque no llegó a provocarle una parálisis cerebral como a otros chicos de su edad y con los mismos síntomas. Su familia lo sobreprotegió y buscó rápidamente una solución a su problema. Este problema en principio no tiene cura, pero existen vacunas que apalian el problema año tras año. Con Packer lo consiguieron y acabó superándolo casi por completo.

Fue a raíz de entonces cuando empezamos a ver al jugador australiano que llevaba dentro. Quizá porque la experiencia le demostró que la vida son dos días o porque realmente ese espíritu de jugador siempre estuvo en su mente.

Cuando apenas cumplía la mayoría de edad, Kerry ya tenía unas deudas de juego que superaban los 10.000 dólares. Su padre quiso castigarle obligándole a vender su coche para saldar ese problema, pero ni por esas logró detener a un jugador que se convertiría en voraz.

Ya en los casinos de Australia comenzó a fraguarse la leyenda de este personaje. Los límites de las mesas de estas salas no le convencían, pero como no podía todavía salir del país tuvo que conformarse.

Cuando las tablas alcanzaban un límite de 300.000 dólares, Packer ni siquiera se lo pensaba. Se marchaba directamente del lugar o llamaba para que le dieran referencias y después no aparecía.

Sin embargo, cuando las apuestas subían a 800.000, ahí sí que empezaba el verdadero juego para él. Luego en plena acción tenía la costumbre de no marcharse hasta que su racha se acababa. Sabía que arriesgaba a perder casi todo lo que había ganado, pero eso nunca era un problema para él. Lo empezó a ser menos aun cuando heredó la empresa de su padre y tuvo que viajar por temas de negocios a otros países.

En el Strip de Las Vegas encontró su pasatiempo perfecto para sus noches. Pasaba todo el día de reunión en reunión, de comida en comida. Necesitaba un escape para su estilo de vida y los casinos de la zona consiguieron atraerle sin mucho esfuerzo. Tampoco las salas de Gran Bretaña se libraron de que este tipo les frecuentara.

Con frecuencia empezó a fumar en demasía y también se acabó acostumbrando a perder. Daba igual en qué: baccarat, craps, blackjack o ruleta. Todo era válido. Tanto por sus victorias como por sus derrotas fue forjando poco a poco una leyenda que sería reconocida en todo el mundo. Los directores de casino temblaban cuando Kerry se acercaba. Todo podía pasar.

En el año 1999 registró una de sus peores rachas como jugador en los casinos de Londres. Se estima que perdió alrededor de 30 millones de dólares en tan solo tres semanas. Esto fue todo un récord para las casas inglesas de apuestas, un récord que a día de hoy se mantiene.

No todo fueron desgracias para él ya que en este mismo país llegó a ganar en torno a 7 millones de dólares cada verano que pasó sus vacaciones allí. También en el MGM Grand de Las Vegas llegó a embolsarse unos 33 millones de dólares en un tiempo récord. Nadie podía pararle y las críticas de sus compañeros de profesión poco le importaban.

Su influencia podía llevar a una sala de juegos a arruinarse o a cubrirse por completo en tan solo una noche. Y además, Packer era un hombre agradecido y también acabó destacando por ello. Lo único que solía pedir era que le reservaran una mesa para ir a jugar con sus amigos. Ni siquiera exigía que fuera en una sala privada, sino que podía ser en el mismo salón principal del edificio.

No era el típico jugador que gana y se vuelve un tipo burdo o con ínfulas. Él siempre era elegante tanto en la victoria como en la derrota. Siempre mantenía la calma y eso es algo poco habitual en estos jugadores.

Los crupieres se encargaban de cuidar su salud cuando se sabía que el multimillonario estaba por la ciudad del pecado. Las propinas que daba a los repartidores eran extremadamente suculentas y podían llegar a significar el total del sueldo de un trabajador de casino a lo largo de todo un año. Tanto así que uno de los jefes de mesa del Mirage llegó a protagonizar una anécdota muy curiosa junto al australiano.

Packer llegó a la ciudad con ganas de jugar al baccarat y como de costumbre reservó una mesa en este casino. Cuando el magnate se presentó junto a su séquito ocurrió que el empleado no recordaba la clave para desbloquear la tabla. Como medida de desesperación, el tipo tomó un cenicero y lo estrelló contra el cristal que protegía la configuración de este juego. Al instante sentó a Packer y a sus acompañantes en la mesa y comenzó a repartir cartas. Tenía que hacer lo que fuera para no perder esa oportunidad y así lo hizo.

Es complicado calcular todo lo que Kerry llegó a perder en el Strip, lo que si que está claro es que fue uno de los jugadores más conocidos de toda la historia del sector. En la época de los 90 ya comenzó con sus problemas de salud que acabaron con su vida en diciembre de 2005. Aunque los médicos le informaron de que intentarían prolongar su vida mediante máquinas que hicieran lo que sus órganos ya no le permitían, éste pidió que estas acciones no se llevaran a cabo. No quería seguir evitando lo inevitable. Tan inevitable como considerarlo uno de los personajes más importantes dentro del mundo de las apuestas.