La leyenda cuenta que, en Hermosillo, Sonora, existía un casino en lo alto de las montañas, donde toda la gente de poderío económico se reunía con el fin de pasar un buen rato en compañía de los amigos, sobre todo, para jugar en la ruleta, las mesas de póker, o cualquier juego de azar propio de la época de los 50 en México.
Una de las tradiciones de esos años en Hermosillo, era que las familias más acaudaladas del estado acudían a este casino para despedir el año, es por eso que los jóvenes de mayor alcurnia estarían presentes para recibir un nuevo ciclo de 365 días.
Se dice que una muchacha llamada Linda quería acudir a tan prestigiosa gala, pero no logró obtener permiso por parte de sus padres, por lo que la señorita decidió escapar por la ventana de su casa. Enfundada en el mejor de los vestidos para una jovencita, llegó al Casino y ahí todos se quedaron impactados por su belleza.
Todos los muchachos del lugar querían sacar a bailar a Linda, sin embargo, ella los rechazó uno tras otro, hasta que el hombre más guapo del lugar se acercó a ella, quien aceptó bailar algunas piezas con el galante joven.
Ese fue el inicio de la decadencia del lugar. Durante el baile, Linda sintió que la mano de aquel hombre le quemaba la espalda, del brazo emanaba un calor infernal, por lo que la señorita decidió dar un paso atrás y al alejarse solamente pudo observar que los pies del caballero no eran normales, tenía una pata de gallo y una pata de cabra.
Asustada, linda soltó un grito estremecedor, todos en el lugar se extrañaron con el lamento y el hombre corrió hacia el baño para esconderse. Instantes después el casino comenzó a oler a azufre y se desencadenó una explosión que terminó por incendiarlo todo.
Todos los que festejaban el año nuevo huyeron despavoridos del lugar, no sin antes asegurar que el hombre con el que Linda bailó era ni más ni menos que el diablo. Algunas versiones dicen que Linda fue llevada fuera de Hermosillo para superar el fuerte momento que vivió, pero otras tantas aseguran que el diablo la llevó consigo hasta el averno. Nadie más regresó al casino nunca, y aunque por momentos se ha necesitado trabajadores para su mantenimiento o simplemente para velarlo, los trabajadores que ahí han estado terminan por huir ante los eventos paranormales que suceden en el lugar.
Nada queda de aquel lugar de alcurnia en el que la “crema y nata” se juntaba a apostar, jugar golf, nadar un poco o a ver el atardecer desde la terraza. Un lugar en el que debería de haber máquinas tragamonedas y las mejores mesas de paño de Sonora, hoy solamente quedan restos de lo que un día fue uno de los lugares más imponentes de Hermosillo, incluso, diversos medios de comunicación han reportado que en el lugar se realiza magia negra y van jóvenes a pedirle favores al diablo, jugar la ouija entre muchas otras cosas.
Recientemente el periódico de circulación nacional El Universal hizo un recorrido por las ruinas del lugar y platicó con algunos ex empleados para dar voz a las historias que se cuentan del emblemático y macabro lugar.
De acuerdo con la publicación del diario, Mario y Dionisia son una pareja que se vio obligada a trabajar en el Casino del Diablo debido a la necesidad económica que pasaban. Cuentan que vivieron incendios espontáneos, vasos y platos que se quemaban completamente solos, incluso en sus declaraciones expresaron que los frijoles se quemaban sin que la estufa estuviera prendida. Eso y más soportaron hasta que Dionisia le exigió a su esposo que dejaran el trabajo y probaran suerte en otra cosa.
De acuerdo con las palabras del señor Mario, quien era el velador, dio fe a las versiones de que los jóvenes llegaban al lugar para jugar a la ouija o pedir protección y riqueza.
Los hermosillenses aseguran que algo raro pasa en el lugar, aunque muchos historiadores difieren y consideran que la tragedia fue usada por el clero para condenar los juegos de azar, mismos que siempre han sido mal vistos por la iglesia, a lo largo de la historia.