Muchos jugadores que se han dedicado a las apuestas de forma profesional en su vida han tenido que lidiar con un fatídico dilema moral. Para muchos no es nada fácil estar en las dos caras de la moneda, ya que acaban por agotarse mentalmente. Sin embargo, hay personajes que saben muy bien convertirse en camaleones. Ser capaz de mantenerte en el lado de vencedores y vencidos no es nada fácil. Aunque tampoco se puede decir que sea imposible.
Lawrence Revere fue uno de los caballos de juego que lo logró. Durante muchos años estuvo trabajando para los casinos, incluso enseñaba a otros empleados a perjudicar a los jugadores de blackjack. Este juego también fue su campo de actuación para las apuestas durante muchos años y mostró a otros muchos compañeros las artes del conteo de cartas. ¿Cómo fue capaz de inmiscuirse en los dos mundos sin ser descubierto?
Este es un gran enigma que nos deja su legado, además de alguna que otra publicación en la que muestra todo lo aprendido durante su recorrido. Muchos de los sistemas de conteo que hoy se manejan en el mundillo fueron ámpliamente desmenuzados por Revere. Un hombre de éxito y que escondía el secreto de estar a favor, y al mismo tiempo en contra, de las dos partes: jugador y casino. Nunca perjudicó ni benefició más de lo debido a ningún sector y eso le permitió disfrutar de los beneficios que le reportaban los dos. Él como y cuando lo explicamos a continuación.
Su nombre original es el de Griffith K. Owens. Éste nació en la parte central de los Estados Unidos. Concretamente en el estado de Iowa. Un territorio propicio para el sector del juego, ya que gran parte de su PIB depende del sector terciario y del turismo. Muchos visitantes, sobre todo del propio país, deciden que las principales ciudades de este estado son un bonito destino para sus vacaciones. Lo son ahora y lo eran también en la época en la que nació Owens.
Desde muy pequeño Lawrence ya se acostumbró a estar ligado al mundo de las apuestas. Lo que desconocía es que se acabaría dedicando a ello y siendo uno de los más importantes de la historia. Antes del blackjack destacó en otras prácticas, pero siempre lo hacía como repartidor de la baraja. Cerca de su domicilio había una barbería a la que el padre de Griffith solía acudir. Allí Owens jugaba con otros chicos, aunque el local tenía un pequeño secreto. En la trastienda se solían juntar varios de los clientes para organizar partidas de cartas.
Los jugadores se dieron cuenta muy pronto de que este joven tenía una gran habilidad con los naipes y que podía hacer de crupier para sus partidas. A los 13 años fue cuando Owens hizo esto por primera vez, también motivado por el hecho de que al ser tan pequeño no le permitían jugar con ellos. Sin saberlo la vida de Griffiths ya estaba dando un cambio muy radical con respecto a su futuro.
Avanzaron los años y Owens decidió que quería estudiar matemáticas. Le encantaba contar y los números. Así que se desplazó a la Universidad de Nebraska y acabó sacándose su graduado en esta rama. Ya en esta etapa Owens se empezó a interesar por las casas de apuestas. Los casinos llamaron su atención, aunque él quería estar muy preparado para dar el salto definitivo a estos locales. El blackjack fue el juego que mejor se adaptaba a los conceptos aprendidos durante su etapa como universitario y por tanto se aficionó en ello.
Después de mucho tiempo estudiando varios sistemas de conteo de cartas, decidió desplazarse a los casinos pero no como jugador. Owens quería trabajar en ellos. Quería ver cómo se fraguaba todo desde dentro para así poder aprender más y mejor. Se hizo con un puesto de crupier en una sala de juegos en torno al año 1943 y desde entonces ya no pudo parar. Griffiths trabajaba de día y jugaba en casinos cercanos de noche. Pero lo hacía con mucho sigilo. Y es que se inventaba nombres falsos para no ser descubierto. Las salas de juego estadounidenses tienen un sistema por el que comparten toda la información sobre sus empleados. Estos tienen prohibido apostar, tanto en el casino en el que operan como en el resto.
Owens no pudo resistir la tentación de violar esa regla y de ahí surgirían otros nombres como los de Paul Mann, Leonard Parson o Lawrence Revere. Este último fue el que le dio el salto a la fama, sobre todo después de que sacara su publicación a la luz. Antes de eso, Revere fue compaginando bien su vida a ambos lados de las tablas e incluso fue un paso más allá. En el casino logró un puesto más alto y se encargó de adiestrar a los nuevos crupieres que iban siendo contratados por la empresa. Hasta les llegó a enseñar como actuaban algunos de los jugadores. Trucos para poder descubrir a los tramposos. Casi parecía Clive Owen en la película croupier.
Esa era una de sus caras. Mientras, su otro lado buscaba seguir desgranando las técnicas de conteo de cartas y mejorarlas. Revere se asoció con Julian Braun. Sabía que este investigador había desarrollado computadoras de alta velocidad que monitorizaban todos los movimientos del blackjack. Su tecnología podría ayudarles a descubrir nuevas técnicas y ponerlas en marcha para sacar beneficio.
Braun y Revere pudieron idear más de setenta estrategias distintas que podían utilizar en el juego, gracias a su potente ordenador. Lógicamente no todas podían ser válidas, por lo que se pusieron a comprobarlas. Finalmente pudieron establecer varias que ahora son muy conocidas y que hoy en día pueden seguir utilizando los apostadores.
Las técnicas de Revere
Uno de los mejores sistemas está basado en el conteo de cartas por puntos. Revere dio a cada una de las cartas un valor entre +2 y -2, según fuera más o menos beneficiosa para el jugador. Según iban apareciendo los naipes se iban realizando sumas y restas, hasta que en el final de la partida se obtenía un conteo final. Lo sorprendente fue que ese conteo solía ser más favorable al apostador que a la sala de juegos. Sin embargo, esta estrategia requiere de un cálculo mental bastante avanzado y que no está al alcance de todos los jugadores. Algunos utilizaron artilugios escondidos en el cuerpo para ir haciendo el conteo, aunque la mayoría acabaron siendo descubiertos.
No fue el único método desarrollado por Lawrence basado en los puntos, ya que también realizó una versión superior. Esta tiene más nivel aún y da valores más amplios a las cartas que oscilan entre -4 y +4. Al haber más cifras es más complicado poder controlar todo lo que pasa en la tabla. También tenía sus ventajas y es que era más completa que la anterior y con lo cual más exacta.
Otras de las más populares fueron la estrategia del conteo de catorce y la regular de “plus-minus”. Esta última es la más nueva y de las que más usan los jugadores. Es de menos complejidad que la primera, ya que la de catorce pertenece al nivel IV de dificultad. Revere ordenó sus sistemas desde el uno hasta el cuatro dependiendo de lo confuso que estos fueran. Además, mejoró y desarrolló la estrategia del recuento de los cincos. Todo ello lo recogería más tarde en su famoso libro: “Playing Blackjack as a Business”.
Sus escritos se hicieron muy famosos en los inicios de los años sesenta. El libro relataba como proceder cuidadosamente en cada una de las estrategias, por lo que era muy útil para cualquier apostador. El único problema es que estos métodos estaban basados en el hecho de que las casas de apuestas solo utilizaran una baraja de cartas para el juego. Con el tiempo esto se fue modificando y los crupieres se manejaron con más de los 52 naipes habituales. Una de las razones fue precisamente porque se trató de poner las cosas muy difíciles a los que se especializaban en contar cartas.
La publicación fue de las que más ejemplares vendió como libro de esta temática, aunque con el tiempo supuso un reclamo para los magnates de casinos. A partir de los años setenta, el sector se mentalizó de que debía actuar contra personas como Revere y en muchos casos consiguió ahuyentar a los jugadores hambrientos de victorias. En el libro, Lawrence no revela sus artimañas para burlar los sistemas de seguridad de los locales, también con el objetivo de no levantar sospechas sobre sus falsas identidades.
Cuando se conoció que Revere había trabajado como crupier y que estaba inmerso en los dos mundos levantó muchas ampollas tanto a unos como a otros. A él le gustaban los dos mundos y nunca llegó a dejar claro que lugar prefería en el caso de tener que elegir. Tampoco pudo hacerlo ya que a finales de los setenta su vida llegó a su fin. Un cáncer terminal pudo con este gran repartidor y mejor jugador, después de que sus vivencias quedaran en la historia del blackjack. Hoy en día se ha ganado un buen lugar entre los conocedores de esta práctica y lo seguirá teniendo.