En las afueras de Barcelona, a unos pocos kilómetros del Tibidabo y camino del parque natural de la Sierra de Collserola, se encuentran junto a la carretera y casi devoradas por la vegetación, las ruinas de uno de los casinos mas espectaculares que han existido en nuestro país.
Se trata de un lugar en el que se respira un ambiente misterioso, casi de encantamiento, debido a la presencia de los restos arquitectónicos mezclados con la espesura del bosque. Resulta difícil imaginar que en ese lugar existió el que durante unos años fue uno de los casinos más lujosos de España, el Casino de la Rabassada.
La historia del hotel-casino-parque de atracciones (porque en su día albergó todas esas instalaciones) es breve e intensa. El hotel fue el primero en construirse, en 1899. No se escatimó nada en su construcción e incluso se contó con el pincel de un afamado artista francés de la época para decorar sus paredes. Jardín botánico, especies exóticas, huéspedes de lujo y cocineros de postín sirvieron para convertir el hotel en un referente de ocio para la clase adinerada. Además, su ubicación junto a un frondoso bosque lo convertía en un sitio ideal donde reposar y divertirse.
Pocos años después y sin duda espoleados por la bonanza económica, los propietarios iniciaron la que sería una de las obras más ambiciosas en lo que a centros de ocio de la época se refiere, y no solo añadieron un lujoso casino al hotel, sino que lo rodearon de un precioso parque de atracciones.
La inauguración de ambas novedades fue en 1911. Hablamos de un parque de atracciones cuya montaña rusa fue diseñada por el inventor de las montañas rusas (como veis, no repararon en gastos), LaMarcus A. Thompson y cuyo recorrido transcurría por una red de túneles subterráneos y que estaba inspirado en otros grande parques del mundo.
El casino cobró pronto fama de albergar partidas en las que las apuestas alcanzaban cifras astronómicas, y entre todos los juegos que ofrecía cobró especial fama su ruleta, donde se dice que se perdieron y ganaron grandes fortunas. La popularización de los juegos de casino entre las clases medias o bajas no ha sido posible hasta épocas muy recientes, quedando los casinos de otros tiempos como algo exclusivo para la burguesía adinerada y la nobleza.
Sin embargo, un entorno tan hermoso, tanto por el marco natural que lo envolvía como por el exquisito gusto con que se construyó, no estaba exento de una cierta leyenda negra. Se habla de muertes en circunstancias extrañas ocurridas en sus habitaciones, como si el suicidio fuese algo ligado a su existencia. Y también de duelos a muerte y entierros clandestinos. Todo eso, y de la presencia de otro personaje misterioso de la época, Enriqueta Martí, la “vampira de Barcelona«, que frecuentaba sus salones envuelta en un halo de oscuridad (no en vano se la considera responsable de diversos asesinatos en serie, proxenetismo y secuestros).
Pero la vida del casino fue mucho más breve de lo esperado, ya que la sombra de la prohibición del juego pesaba sobre él y ya en 1912 el juego pasó a ser ilegal. Tras eso, y aunque se intentó seguir adelante como hotel y parque de atracciones, la principal fuente de ingresos que era el casino se clausuró. Y la vida del complejo quedó sentenciada. Aguantó vaivenes económicos (alternando bancarrotas y remontadas) hasta el 1930, momento en que cerró para siempre.
El contexto político no jugaba a su favor: el Hotel Casino La Rabassada nacía en la misma época en la que en las cortes españolas se trataba el tema del juego desde perspectivas totalmente encontradas. Para superar la connivencia de actividades criminales alrededor de los juegos de azar, hubo quien propuso su legalización, reglamentando exhaustivamente su funcionamiento. Esta opción sin duda tenía en cuenta tanto que el juego era parte de la cultura española como que era una fuente de ingresos públicos que difícilmente podía dejarse de tener en cuenta.
Sin embargo, la moral imperante optó por solucionar el problema desde la prohibición absoluta, incluso a pesar de los argumentos (tan visionarios) que apostaban por integrarlo como atractivo turístico al clima y paisaje español.
Tras eso pasó a ser una instalación que se dejó morir entre la espesura, siendo utilizado en tiempos de guerra por militares y terminando su existencia con su derribo en 1940.
La operación dejó en pie sobre todo las instalaciones alrededor de los edificios principales, (arcos, túneles, parte de la puerta de acceso…) aunque sin duda hay que lamentar la desaparición de una joya como esta, proyectada por el mismo arquitecto que edificó el original teatro Apolo en Barcelona y otras muchas salas de espectáculos hoy lamentablemente desaparecidos (hablamos de Andreu Audet).
Su imagen actual, como si se tratara del fantasma de otros tiempos emergiendo entre la maleza; ha provocado que investigadores de lo paranormal lo visiten, buscando sin duda vestigios de aquellas misteriosas muertes o incluso tratando de encontrar rastros de la trágica energía que la guerra pudo dejar entre sus paredes, ya que se tiene registro de algún fusilamiento ocurrido en su interior.
Han visitado las pocas paredes que quedan en pie intentando obtener pruebas de sucesos difíciles de explicar, obteniendo grabaciones en las que misteriosas voces salidas no se sabe muy bien de dónde expresan angustia, y revelando fotografías en las que formas humanas difusas aparecen en los lugares más insospechados.
Tampoco la carretera de acceso está exenta de su cuota de morbo, ya que su intrincado trazado y la celebración de carreras de coches clandestinas ha provocado que se vincule su recorrido a numerosas muertes violentas. Y de manifestaciones paranormales inexplicables materializadas en la propia carretera.
Con todo, y dejando de lado el punto de vista más misterioso de la existencia del malogrado casino, nos parece una muestra muy representativa de cuánto ha ocurrido en torno a la historia del juego en España en el último siglo. La moral imperante lo prohibía mientras mentalidades más prácticas defendían la utilidad de su regulación, no encontrando respuesta positiva hasta bien entrado el siglo XX, en los setenta.
Sin duda mucha de la leyenda negra de estos lugares de ocio venía acrecentada por una cierta sensación de tabú que lo rodeaba, aunque la leyenda del Casino La Rabassada sin duda ha entrado en los anales del misterio por derecho propio.