Las vueltas de Richard Munchkin en el blackjack

Escrito por: Antonio Caro, Editor | Revisado por: Humberto Fernández, Editor jefe
Última Actualización May 11, 2022

Si hay un mundillo que podemos decir que es impredecible ese es el de las apuestas. Un día estás en la cima y al siguiente tienes que sacarte a ti mismo como sea del pozo. Otros días sencillamente estás pero no estas. Este es el poder del dinero y de los casinos, y que hoy en día se deja notar más aun con la irrupción de los casinos online. Por todo ello, la verdadera destreza de un jugador está en saber controlar todo lo que ocurre a su alrededor. Manejar los tempos es clave, aunque eso te lleve de un lugar a otro sin parar.

Y si queremos centrar todo en los juegos entonces debemos hablar del blackjack. Una práctica impredecible, casi más incluso del poker. Éste último también lleva lo suyo, pero la experiencia hace que algunos rivales se vuelvan previsibles al ojo humano. No pasa así con el veintiuno. A menos que se maneje bien el arte del conteo de cartas. Aquí reside toda la clave de un buen jugador de blackjack y desde luego no hemos visto uno solo a lo largo de todo este tiempo. Todos a su manera han sido especiales por unos aspectos o por otros.

Pero hay uno en concreto que se puede decir que hizo lo que quiso en toda su carrera como jugador. Las salas de juego nunca lo utilizaron, sino que fue él el que las usó para conseguir sus objetivos. Hablamos de otro genio, en este caso más centrado en conseguir ganancias para lograr todo lo que podía ser en la vida. Dio muchas vueltas y volvió locos a todos los que le rodeaban, pero su espíritu era ese. Aventurero e impredecible, pero con un trabajo de fondo muy severo que fue lo que le ayudó a triunfar.

El estadounidense Richard Munchkin se crio en Des Plaines, una ciudad de menos de 60.000 habitantes, situada en Illinois, en el condado de Cook. Con apenas tres años ya era capaz de jugar partidas de ajedrez y rummy, algo que muy pocas veces se ve en chicos de esa edad. Su familia y sus amigos más cercanos fueron sus primeras víctimas. Munchkin no hacía prisioneros y ganaba una y otra vez. Con estas bases, una vez alcanzadas las dos cifras de edad tenía claro que quería ser jugador profesional cuando tuviera cantidades de dinero suficientes para hacerlo.

No fue hasta que llegó a la universidad cuando de verdad tendría posibilidades reales de cumplir su sueño. El backgammon y el poker fueron entonces sus vías para ahorrar capital. En cafeterías o en reuniones con amigos. Todo tenía que ver con el juego, a la misma vez que estudiaba para graduarse en ciencias teatrales. Si, también tenía el sueño de ser artista algún día y por qué no dar el salto a la gran pantalla. Con este ritmo de vida solía ganar entre unos cien y doscientos dólares a la semana, pero él sabía que las salas de juego de Chicago no eran su verdadero objetivo.

Imagen de Richard Munchkin

Fuente: blackjackapprenticeship.com

Su propósito era triunfar en los mejores casinos de Las Vegas. Casi nada. Pero para eso había que llevar una preparación previa. Fue un día en un bar de Chicago en el que iba a encontrar la respuesta que necesitaba. Munchkin estaba jugando una partida de poker con un dentista y en un parón éste le comentó algo que había leído. Era un artículo sobre el conteo de cartas. Una forma ideal para poder ganar a la banca sin hacerlo de forma ilegal. Se refería, por supuesto, a la estrategia básica tan famosa en el blackjack.

No era la primera vez que Richard tomaba contacto con el blackjack, pero si que quedó bastante intrigado después de la conversación con su referido. El de Illinois investigó y pronto se dio cuenta de que esta forma de jugar tenía sentido. Por eso se preparó rápidamente para emprender un viaje a Las Vegas. Un viaje que tenía como idea instalarse en la “ciudad del pecado” y disfrutar de sus ventajas. En el camino eligió uno de los libros que mejor definiera el estilo de vida que quería llevar. Qué mejor que “Playing Blackjack as a Business” de Lawrence Revere.

Una vez en Las Vegas consiguió un trabajo de comerciante. Mientras trabajaba también se dedicaba a practicar el conteo de cartas, según todo lo que había ido leyendo en libros y artículos de este tema. Se acercó por una de las muchas salas de juego de la villa y decidió probar suerte. Apenas ganó unos doscientos dólares, pero esto significaba un comienzo. Después, le salió un trabajo como crupier en una de las instalaciones y decidió aceptarlo. Era la forma ideal de comprobar como se manejaban los repartidores y donde podían estar sus debilidades. Munchkin seguía ahorrando para intentar viajar a Los Ángeles, aunque aún no estaba preparado.

En su camino se iba a cruzar Alan Wood, un apostador australiano que fue toda una leyenda por ganar grandes cantidades de dinero en carreras de caballos. Woods utilizaba un sistema de conteo monitorizando los datos de los jinetes en una computadora. Otra gran figura del mundo del juego y que estaba dispuesto a ayudar a nuestro protagonista. Los dos entrenaron y lo dieron todo en los casinos de blackjack, pero la cosa no salió bien. Perdieron bastante cantidad de dinero, tanto que Richard pensó en dejarlo por un tiempo.

No duró mucho sin estar involucrado en el juego, sobre todo cuando Woods le propuso otro proyecto. Estaba organizando un equipo de blackjack junto a otras cinco personas y quería que Munchkin fuera uno de ellos. Aceptó sin pensarlo dos veces y fue una de las mejores decisiones de su vida. Su equipo trabajó mucho varias técnicas de conteo de cartas y se hicieron expertos en detectar las cartas que llevaba en su mano el crupier al repartir. Algunos jefes de mesa eran algo descuidados y levantaban innecesariamente la carta. Eso dejaba espacio suficiente al jugador habilidoso para saber que naipes tenía en su poder.

Munchkin, Wood y su equipo hicieron mucho dinero, tanto que Richard llegó a pensar que no le haría falta tener ningún trabajo diario. Para él era todo un alivio no tener que seguir una rutina de empleo. Y por supuesto, como no podía ser de otra manera, nuestro protagonista acabó llegando a Los Ángeles. No lo tuvo nada fácil y se encontró muchas trabas por el camino que le pusieron las cosas difíciles, pero para Munchkin decir difícil era decir que todavía quedaba alguna oportunidad. La década de los setenta fue muy productiva en el mundo de los casinos y en los ochenta lo iba a ser el mundo del cine.

Fue solo una época de comienzo, ya que a partir de los noventa llegó su verdadero éxito. Munchkin dirigió más de una veintena de películas y trabajó de productor en otras tantas. Algunas han atraído mucha fama, aunque ninguna ha llegado a ser de talla mundial. El juego siguió siendo una de las opciones de su vida, aunque pasó a un segundo plano. Richard empezó a jugar en círculos más selectivos y siempre sin tener la necesidad de practicar el conteo de cartas obligatoriamente. Esa época ya había pasado.

Libro de Richard Munchkin sobre blackjack

Fuente: amazon

Más tarde escribiría su libro “Gambling Wizards”, una publicación en la que hace un repaso a algunos de los mejores jugadores que ha habido en el mundo. También da algunos trucos para diversos juegos y sobre todo deja lecciones que son importantes. Munchkin, tanto en ese escrito como en diversas entrevistas que ha proporcionado, deja claro que se puede ganar a cualquier juego individual que nos podamos encontrar en un casino. Él ha acumulado muchas experiencias en este aspecto y ha podido comprobar como no hay ninguna práctica para la que no halla un sistema preciso para obtener ganancias.

Pero Munchkin no se refiere a trucos de devolución de dinero o cambios de fichas en los que se acaba logrando más dinero del que se tiene. Para él eso es vencer al casino en los cambios, pero no se puede considerar como un arte para el juego. Explica cómo se puede vencer a las máquinas tragaperras, sobre todo en las video slots que contienen premios progresivos. Estas deben acumular una cierta cantidad de dinero, un poco más de las ganancias que estén estipuladas que puede dar y si encuentras el momento exacto cualquier persona puede llevarse el premio. Incluso aseguró que había tratado con personas que se dedicaban exclusivamente a ello.

Lo mismo con otros juegos como carreras de caballos o la propia ruleta. En el primer caso todo está basado en las probabilidades y lo único que necesitas es un buen corredor de apuestas que te guíe lo necesario para ganar; en el segundo caso Munchkin se refiere a una oferta concreta que tienen algunos casinos de Las Vegas. En ellos permitían a algunos jugadores girar la ruleta al tiempo que giraba la bola. Al parecer hubo jugadores que se especializaron un hacerla caer en según que números y apostar por ellos. Finalmente acabaron expulsados de las salas de juego acusados de hacer trampas.

Munchkin entraba en una sala de juegos y veía que todo era posible. De ahí su fama y su reputación. Se la ha ganado con el paso del tiempo.

 

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