El día que William Lee Bergstrom traspasó la línea

Craps

Aunque gran cantidad de público pueda pensar así, los casinos no son simples lugares de entretenimiento. Los salones de juego representan una oportunidad de triunfar, una opción de traspasar todos los límites establecidos y de romper con todos los cánones sociales que se imponen en nuestra civilización. Muchos jugadores han tomado esa filosofía de vida a lo largo de la historia del juego.

Algunos lograron sus objetivos, otros no, y hubo otros que dieron pasos en falso tanto en el triunfo como en la derrota. En cualquier caso, las historias más famosas casi siempre vamos a encontrarlas en los mejores casinos de Las Vegas.

La ciudad del pecado ha aguardado desde tiempos inmemoriales a los mejores jugadores de todas las disciplinas. Tiradores de craps, personajes vinculados con la fortuna de la ruleta, gente que ha logrado ganancias increíbles en tragaperras, o jugadores que tanto en solitario como en grupo decidieron centrarse en el arte de los naipes.

De estos últimos nos estamos refiriendo al blackjack o a los diferentes juegos de poker. Sin embargo, no todos han conseguido dejar huella. Hay nombres que pueden silenciar los agitados y enormes salones de los casinos estadounidenses, y qué mejor que conocerlos de cerca.

El nombre de William Lee Bergstrom es uno de esos que recorre el cuerpo de cualquier apostador y que despierta un pequeño escalofrío que hace que se te hielen las venas. Su historia, tan inquietante como triunfadora, le ha hecho un hueco destacado en cualquier salón físico de Las Vegas, e incluso en los casinos online que existen en la red nos podemos topar con un trocito de este hombre. Un hombre atrevido, quizá demasiado, y que tuvo un final que nadie esperaba. En el fondo guardaba un lado oscuro que terminó acabando con su vida.

Una vida iniciada en Austin en 1951 y que no fue nada sencilla en su infancia. El divorcio de sus padres le afectó tanto como a su hermano, por lo que desarrolló unas carencias afectivas traducidas en un incontrolable deseo de aprobación por parte de un padre que no formó parte de su vida. Tras pasar por la universidad no logró terminar sus estudios y se enfrascó en una serie de trabajos que nada tenían que ver con su actividad y que despertaba recelo en su familia. Aun así, consiguió remontar la situación y fundar una inmobiliaria.

William Lee Bergstrom

El negocio no le fue nada mal, creando un colchón bastante importante a sus tan solo 30 años. Pero la curiosidad del juego llamó la atención de William en torno a finales de los años 70. Por entonces, el actual Binion’s Gambling Hall and Hotel era conocido como el Horseshoe Casino y estaba regentado por el mafioso y ya fallecido Benny Binion.

Este magnate había establecido en su salón un sistema revolucionario, que no era otro que sobrepasar los límites del casino en la primera apuesta que realizara cualquier jugador. El tamaño de la misma era infinito o al menos eso afirmaba Binion.

Bergstrom quiso asegurarse de ello y realizó una llamada previa para confirmar la oferta. Una vez verificado, el texano reunió todo el dinero que pudo y se trasladó hasta el Horseshoe Casino con una maleta llena de dinero y otra maleta vacía. Días antes, William había perdido un buen pellizco en el mercado del oro y para recuperarse pidió un préstamo con la intención de volver a invertir en este sector.

Sin embargo, el dinero iba a ir a parar a otro lugar. Lo curioso es que por entonces nadie conocía este hecho. Bergstrom era tan solo un loco dispuesto a jugárselo todo.

Con un semblante muy serio, el americano se acercó con sus dos maletas a una mesa de dados. Ni si quiera se molestó en cambiar el efectivo por fichas, directamente abrió su bolsa y puso en juego un total de 777.000 dólares.

Su idea inicial era llegar al millón, pero decidió apostar solamente la cantidad del préstamo solicitado. Bergstrom apostó todo a “Don’t Pass Line”, una estrategia inteligente en la que la ventaja de la banca se reduce bastante y en la que se apuesta en contra del tirador. Los dados cayeron y mostraron un 7, por lo que el apostador se embolsaba otros $ 777.000 en la maleta que estaba vacía.

Binion decidió acudir a felicitar a nuestro intrépido personaje, pero se quedó asombrado de no observar ni un pequeño atisbo de felicidad en el ganador. William se marchó de allí con el mismo semblante con el que llegó y durante mucho tiempo no se volvió a saber de él. Fue como una especie de fantasma que empezaba a crear su leyenda en Las Vegas. El público de casinos hablaba de él y de su hazaña, lo que ellos no sabían es que no sería la última.

Mesa del Casino Horseshoe

Bergstrom regresó cuatro años más tarde, esta vez con $ 538.000 y nuevamente con dos maletas en su haber. Repitió en los craps la misma jugada y volvió a ganar. Incluso llegó a realizar alguna tirada adicional individual con la que se embolsó otros 100.000 dólares como mínimo, y con el mismo modus operandi de otras veces se fue tan tranquilo del casino de Binion. Ya era la segunda vez que lo conseguía, pero por la mente del estadounidense seguía rondando ese millón de dólares que no había sido capaz de reunir.

Es por ello, que apenas unos meses más tarde, y todavía en 1984, el de Austin regresó con su propósito intacto. En efectivo, oro y cheques había logrado reunir ese millón y estaba dispuesto a jugárselo todo y a repetir las mismas acciones de las veces pasadas. El público le reconoció y la expectación fue máxima en el Horseshoe Casino.

Sin embargo, en esta ocasión resultó perdedor. Su racha había terminado y con ella poco después terminaría su historia. Y es que solo unos meses más tarde, aunque ya inmersos en 1985, Bergstrom apareció sin vida en una habitación de hotel en el Strip de Las Vegas. Había optado por el suicidio.

El trágico final no se desencadenó por razones económicas, puesto que William seguía en positivo y tenía en su haber más de medio millón de dólares. Su familia apuntó a una reciente ruptura. El hombre de la maleta, el hombre silencioso, el hombre fantasma, todos ellos desaparecieron y quedaron en la memoria de Las Vegas para siempre.