Entre los jugadores más famosos del mundo en sus respectivas disciplinas de juego podemos encontrar un poco de todo. Están los que querían hacerse un hueco entre los mejores desde el principio y se esforzaron para ganarse la posición que tienen a día de hoy; están los que tenían un don para las matemáticas y el cálculo mental y decidieron utilizarlo para crear estrategias de juego; también están los que tras una vida dedicada plenamente al juego dejaron sus vivencias escritas para que las siguientes generaciones tuvieran un apoyo como referencia; y los hay que simplemente les sobraba el dinero y trataron su fijación por una práctica en concreto a base de apuestas muy altas.
El blackjack ha sido un juego en el que hemos visto ejemplos de todos estos tipos, pero los hay en la mayoría de juegos que hoy se practican en mesas de casino. El baccarat quizá sea menos conocido, pero también plantea un duelo entre jugador y banca que atrae muchos de los clientes más inquietos. En los países de habla hispana es conocido como punto y banca, cuyas reglas no vamos a descubrir a estas alturas.
Lo que sí se puede decir es que se ha ido propagando por todo el mundo, incluso llegó a tener su sitio en novelas muy populares como las de James Bond. Posteriormente, en las películas que se han hecho en torno a la figura de este agente se utilizaba el Texas Holdem como referencia, pero el juego original de la saga literaria es el baccarat.
De uno de los gurús de este gran juego hay una interesante historia que contar. El japonés Akio Kashiwagi pasó a formar parte de la historia viva del baccarat gracias a sus escentricidades en la mesa de juego de los casinos estadounidenses. Pasará a la historia por tener a la misma vez el honor de ser el jugador que ha ganado el bote más grande de baccarat y la deshonra de ser también el que más dinero perdió en una sola tabla.
Con esto ya se puede empezar a entrever la clase de apostador que era el asiático. Un tipo que no pasó desapercibido, polémico también, y que dejó episodios para recordar en la posteridad.
En sus inicios, Akio nunca tuvo un especial interés por el juego. Como cualquier tipo de negocios, sus tratos se cerraban a veces en las mesas o se terminaban de establecer los flecos de un acuerdo en una partida de juegos de poker.
El nipón contaba con su propia empresa dedicada al sector inmobiliario y también centrada en invertir en bolsa. Contenía un gran patrimonio de millones de dólares, aunque nunca nadie pudo sonsacarle exactamente con cuánto contaba. Él mismo evitaba hablar de ello cuando se le preguntaba, pero dejaba entrever que era una gran suma.
Los profesionales del sector no terminaban de entender de donde sacaba Kashigawi tanto dinero, pero pronto se le relacionó con la Yakuza, lo que podría hacer entender todo un poco más. Este grupo es una mafia organizada, cuyo nombre proviene precisamente de un juego de cartas de origen japonés. Aunque solo eran especulaciones, Akio nunca lo desmintió puesto que su actividad siempre fue un misterio para todos.
El caso es que este empresario derrochador se aficionó por el baccarat. Siempre que podía se dejaba ver por los mejores casinos de Las Vegas y jugaba largas partidas. Partidas que en ocasiones podían prolongarse hasta los 80 horas seguidas. Era un jugador insaciable y cuyas manos se establecían entre los 100.000 y los 200.000 dólares por apuesta.
Eso le daba la posibilidad de ganar muy buenas cantidades, al mismo tiempo que perderlas. Algunas de sus grandes gestas llegaron en el Mirage, de la ciudad del pecado, y en el Diamond Beach, situado en Australia. Sin embargo estas grandes sumas quedaron minimizadas ante lo que iba a ocurrir más tarde, en un duelo para el recuerdo con el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Duelo épico frente a Trump
Kashiwagi siempre fue un jugador para nada temeroso y muy atrevido. Por su perseverancia en las mesas de juego se ganó el apodo de “warrior”, al mismo tiempo que los casinos le consideraban como un tipo peligroso por la línea de crédito tan alta con la que contaba. Pero en el año 1990 dio con un hombre aun más peculiar, nada más y nada menos que Donald Trump.
Ambos personajes se conocieron en una fiesta en la ciudad de Tokio, en un evento de patrocinio de un combate de boxeo por parte del americano. Trump ya tenía sus ojos fijados en Akio y le invitó sin reparos a que acudiera a su Trump Plaza Hotel and Casino de Atlantic City. No sabía del todo bien el jugador al que se enfrentaba.
El japonés no dudó en tomarle la palabra a su nuevo amigo y tras unas semanas de insistencia acudió a la sala de juegos. Su presencia fue celebrada por todos los miembros de la misma, puesto que les daba una publicidad perfecta y una posibilidad de promoción inmejorable.
Sin embargo, Akio se sentó en la mesa de baccarat y en menos de una hora ya le había sacado un millón a la banca. Trump se dio cuenta entonces del peligro que corría, podía perder 40 o 50 millones sin problemas en una sola noche. Finalmente, el récord se estableció en 6 millones.
El nipón quiso regresar a su país con dicha cantidad, después de que se formara mucho revuelo con su llegada a Estados Unidos. Kashigawi era un obseso de la privacidad y no quiso exponerse a la opinión pública ante las turbias leyendas que se cernían sobre él. Sin embargo, Trump tenía otros planes. No se tomó nada bien que el jugador asiático le arrebatara tanto dinero y se puso manos a la obra para recuperarlo cuanto antes.
Akio fue convencido para jugar una nueva partida de baccarat, pero esta vez con una duración más larga establecida por contrato. Las intenciones de Donald y su equipo directivo eran que su adversario jugara tanto tiempo como para llegar a perder lo que había ganado.
Expertos en este juego aconsejaron al empresario americano que la mejor forma de compensar la escasa ventaja de la banca sobre el jugador era que este permaneciera mucho tiempo jugando. La estrategia se siguió a rajatabla y de los 12 millones de dólares con los que el inversor comenzó la partida, perdió 10.
Nuevo récord establecido solo unos meses más tarde, en el mismo casino y en la misma mesa. El destino le colocó en las dos caras de la moneda, por las que pasará a la historia. En 1992 Kashigawi fue encontrado sin vida en su propio domicilio en Tokio con múltiples heridas en su cuerpo. Las deudas con diversos casinos le acechaban y su relación con la Yakuza hacía sospechar algún ajuste de cuentas tras su fallecimiento. Aun así nunca llegó a resolverse esta historia.