En muchas ocasiones hemos visto ya a grandes jugadores que utilizaban sus técnicas para lograr las mayores ganancias posibles. Se puede pensar que la finalidad de un jugador es precisamente la de lucrarse cuánto más mejor, pero siempre hay excepciones. Al Francesco es una de ellas. Este jugador profesional norteamericano usó uno de sus dones para hacer “el mal”. La venganza fue su máxima forma de expresión y así decidió proyectarlo en sus partidas.
El blackjack era la pasión de Frank, ya que este era su nombre original. Eso lo tenía muy claro y quería disfrutar de ello, pero con un objetivo muy claro: desbancar todo el dinero que pudiera a los casinos. Para eso ideó varias estrategias y destacó sobre todo por formar grandes equipos con los que sacó un gran rendimiento. Fue considerado como “el padrino del blackjack” y al mismo tiempo se ganó el título de enemigo público en los casinos más importantes de Las Vegas en la segunda mitad de siglo XX.
Frank nació y creció en Gary, una ciudad de más de 80.000 habitantes, concretamente la más grande del condado de Lake, en el estado de Indiana. En un buen ambiente familiar se empezó a interesar muy pronto por un juego numérico de estrategia llamado “Rummy”. Comenzó jugando en casa con sus hermanos, pero más pronto que tarde apostaría con dinero real con sus amigos. Apenas apostaba unos cuantos centavos, pero eso ya indicaba que había algo especial en él.
En la adolescencia se apuntó a varios torneos de Rummy que se realizaban cerca de su ciudad y recaudó unos cinco mil dólares en apenas un año. Fue entonces cuando en su cabeza empezó a tener cabida el ser un jugador y apostador profesional. Pero para eso no podía quedarse estancado en Gary, tenía que desplazarse para poder ir un paso más adelante. California iba a ser su destino y ahí se encontraría con su primer manual de blackjack.
Al igual que les ocurrió a otros famosos jugadores de blackjack, como Stanford Wong, se topó con las primeras obras de Edward Thorp. Para ser más precisos la obra “Beat The Dealer” fue la que le abrió las puertas a la fama, ya que estuvo estudiando todo lo que este profesor contaba en la publicación. Entonces empezó a perfeccionar la técnica del conteo y durante semanas estuvo ensayando para poder dominarla por completo.
En los inicios le pareció que las técnicas eran bastante complejas. Incluso reconoció después que en algunos momentos estuvo cerca de tirar la toalla. Todo el sistema matemático que había que emplear le daba dolores de cabeza, pero la solución que encontró fue estudiar aun más. Unos cuantos meses después, Al Francesco estaba listo para pasar a la acción, para comenzar a dar la cara en los casinos de Las Vegas.
Sin embargo, sus salas de juego preferidas se encontraban en las regiones de Reno y Tahoe. En estos casinos parecía encontrarse más a gusto que en el resto, aunque su idilio con ellos duraría más bien poco. Empezó con apuestas de entre cinco y veinticinco dólares y poco a poco fue subiendo hasta los doscientos. Desde ese momento a Francesco se le miró con especial interés. Los magnates lo tenían entre ceja y ceja porque sabían que había gato encerrado en él.
La solución que encontraron fue la de perfeccionar las habilidades de sus repartidores. Los crupieres también podían hacer trampas y darle las cartas que más les interesaban a los jugadores. Francesco se dio cuenta de que por la noche era cuando más pérdidas obtenía. Y es que los casinos se reservaban para las últimas horas del día a sus mejores repartidores. La desafección por algunas salas concretas comenzó de esa manera y toda su rabia posterior tendría su origen en estas acciones.
Frank llegó a nombrar al The Cal Neva como un casino que hacía trampas a la hora de dar las cartas. Todavía hoy en día no quiere oír hablar del lugar ni acercarse por allí. En este caso por su propia voluntad, pero es que en otras salas no es que no quiera, es que tiene prohibida la entrada. Los directores se dieron cuenta de cuál era su afán de estar día tras día en el casino. Defendieron su negocio y le prohibieron volver a jugar en él.
Sus estrategias
Antes de desgranar cuál era la forma de actuar de Al Francesco en los casinos, hay que comentar el fin que tenía. Una vez que fue desterrado de muchos establecimientos, su idea era la de crear un equipo de jugadores con los que hacerse rico y ganar torneos. En una etapa de su vida formó un gran tándem con su amigo Arnold Snyder, pero no les fue nada bien. Más tarde se topó con Lawrence Revere y con él si que decidió emprender su aventura.
Su forma de reclutar no fue nada sencilla. Sus lecciones eran largas, pero bastante claras. Además de sus vivencias tenía el libro de Thorp para que sus alumnos aprendieran todo lo necesario en menos de dos meses. Primero les hacía estudiar todo lo que podían; más tarde ensayaban en clase con las barajas; y luego ya después pasaban a los casinos bajo un plan muy bien elaborado.
La tarea no fue sencilla para Al Francesco. Algunos de los jugadores a los que reclutó ni si quiera habían apostado nunca. Muchos eran nuevos y tenían la actitud necesaria para no levantar sospechas. Junto con Revere, Frank contactó con muchos de ellos después de verlos desenvolverse en las salas de juego. Esperaba lo necesario y después les preguntaba si querían unirse a él. El resultado fue extraordinario porque las ganancias fueron de varios millones de dólares.
¿Y que estrategias usaba el equipo de Al Francesco? La más conocida de todas era la del “Big Player Concept”. Francesco se toparía con ella por casualidad, cuando aún se estaba iniciando. En un fin de semana viajó con sus hermanos a apostar a un casino. Allí sus familiares apostaban como máximo cinco dólares, a pesar de que su hermano sabía contar cartas. Él, sin embargo, cuando se metía en la partida lo hacía apostando como mínimo 100 dólares.
Este hecho hacía que los crupieres pusieran todo su empeño en tener contento a Frank para que no se marchara de la mesa. Apostaba poco, pero apostaba fuerte y eso atraía la atención de los repartidores. De esta manera estos estaban más pendientes de él que del resto de jugadores y por lo tanto los demás tenían vía libre para poder contar y memorizar sin ser descubiertos por los jefes de mesa. Era brillante y fue uno de los sistemas estrella de su equipo. “El Gran Jugador” hacía muy bien su papel y provocaba que los demás fueran los buenos jugadores de verdad.
Otra de sus estrategias fue conocida como “The Drop”. Esta sí que era más compleja y requería de una precisión muy extrema por parte del jugador. Aunque no siempre funcionaba. Fue muy conocida porque un jugador no la podía realizar por sí solo, sino que necesitaba el apoyo de los demás.
Consiste en que al realizar el corte en la baraja, que los repartidores suelen pedir a los jugadores que hagan, solo podía dejar como mucho cinco cartas en la parte inferior del corte. Al posar la baraja la dejaría un poco inclinada para un compañero colocado en una posición estratégica del casino la viera. Después se la comunicaban y seguía atento a la posición en la que quedaba la carta después de la mezcla del crupier. Si podía adivinar la posición, podía saber de forma aproximada las cartas que se le habían repartido a todos los jugadores y por tanto apostar fuerte o flojo.
Necesitaba tres compañeros, cada uno situado en una posición diferente. Estos se comunicaban y se iban pasando la información sin ser descubiertos. Y lo más sorprendente es que el margen de error del sistema era únicamente del 5%. Con esto y un poco de paciencia, se podían hacer grandes sumas de dinero. Sería descubierto años más tarde en algún casino. Y aunque nunca pudieron utilizarlo en su contra, Francesco siempre defendió que esto no era hacer trampa, sino que era ponerse a la altura de los casinos. Para él, ellos si que hacían verdaderas ilegalidades.
También los aparatos electrónicos formaron parte de su forma de proceder. El famoso jugador, Ken Uston, estuvo dentro del equipo de Al Francesco durante una etapa y fue el promotor de utilizar la tecnología para el juego. Los jugadores introducían en su zapato un pequeño receptor que pulsarían con los dedos de los pies. Según como fuera la partida, el apostador pulsaba un botón situado debajo del dedo gordo u otro que estaba debajo del dedo meñique.
En ese instante la computadora analizaba los cálculos necesarios para dar una probabilidad de ganar o perder en la mano. Si solo vibraba una vez significaba que podía seguir apostando fuerte y si la vibración era doble entonces debían abandonar la mesa y retirarse lo antes posible. Con este y el resto de sistemas, Al Francesco y su equipo se lucraron de forma bastante considerable. Además de Estados Unidos, otros países como Francia, Mónaco o Corea sufrieron el buen hacer de este equipo.
Al Francesco fue un gran maestro y por ello tiene una gran consideración dentro del mundo del blackjack. Otros jugadores se fijaron en él posteriormente, después de que este hubiera cogido el legado de su generación anterior. El padrino del blackjack hizo de su gran afición su vida.