Como llevamos viendo todo este tiempo, el blackjack es uno de esos juegos que da mucho pie a analizar. Personalidades muy importantes del sector han intentado durante años desgranar las mejores técnicas para poder triunfar en esta práctica. Multitud de libros se han publicado y algunos con mucho renombre. A veces por su utilidad y otros porque el autor sea un reconocido apostador. Sin embargo, no todos han podido cumplir su objetivo.
Jugadores como Edward Thorp, Stanford Wong o Ken Uston han dado con claves muy significativas para poder poner nerviosos a los magnates de los mejores casinos de Estados Unidos. Sobre todo a los de Las Vegas, que es la más conocida por sus salas de juego. Otros, como por ejemplo Tommy Hyland, aprendieron las artes del juego en equipo y que todo es más posible si se comparte. Y lo cierto es que todos ellos tienen su reconocimiento en lo que al blackjack se refiere por merecimientos propios.
Eso sí, no todo en el blackjack gira alrededor de la técnica. A veces hay que fijarse en todo lo que lo rodea para poder sacar beneficio también de ello. Luego esos beneficios pueden repercutir para bien en la forma de jugar. Y de esto sabe mucho un tipo muy singular llamado Max Rubin. Este famoso jugador se ha curtido en las mejores salas americanas y conoce mucho del tema. Tanto que es admirado por gran parte de los jugadores que hoy en día se dedican de forma profesional al juego.
Muchos de ellos han podido estar aconsejados por Rubin, ya que eso es a lo que se dedica en estos momentos. La voz de la experiencia siempre es un tanto a favor prácticamente en todos los aspectos de la vida y de eso puede hablar mucho este hombre. Un hombre que lo ha sido todo dentro del mundo de los casinos y del blackjack en particular. Por eso tiene tanta fama y la seguirá teniendo después del gran legado que dejará tras de sí.
Para poder considerarse como un profeta dentro del mundo del blackjack, su contribución ha tenido que ser importante. Y lo iba a ser desde el principio, desde sus primeros años de vida. Max no tuvo muy complicado saber lo que quería ser porque su padre ya era un jugador profesional. Como tal, viajaba mucho y en ocasiones su familia le podía acompañar pero en otras no. A pesar de ello, Rubin lo admiraba profundamente y quiso seguir sus pasos en cuanto tuvo la oportunidad.
Él conoció el juego bastante pronto, aunque sus intenciones al principio le dejaban muy expuesto. Max quería conocer la ciudad del pecado, Las Vegas. No lo pudo hacer hasta que no tuvo la mayoría de edad, pero supo esperar con paciencia su turno. Con tan solo dieciocho años, se marchó de casa sin ningún tipo de recurso con destino al estado de Nevada. La tarea era complicada, pero Rubin tenía un plan: hacer autostop hasta que se topara con alguien que le llevara a destino.
Se desconoce exactamente como, pero lo acabó logrando. Una vez allí tenía claro que su primer objetivo era lograr un trabajo, fuera o no ortodoxo. Efectivamente no lo fue porque su misión era la de ayudar a otros jugadores a colar fichas no autorizadas dentro de los casinos. Rubin era una especie de intermediario, pero era listo e inteligente. La seguridad de las salas de juego estaba muy atenta para que este tipo de cosas no sucedieran. Sin embargo, la astucia de este joven pudo más que cualquier protocolo de seguridad.
Cuando se estaba acomodando en lo que para él era un trabajo, se marchó a estudiar a la Universidad de Nevada, precisamente en la ciudad de Las Vegas. Poco a poco se centró en los estudios y fue perdiendo hábito para seguir con su hazaña, hasta que el blackjack se cruzó en su vida. A mediados de los años setenta, Max ganó bastante dinero gracias a un boleto de lotería. Cualquier adolescente habría tenido otro sueño, pero él quería utilizar ese capital para acercarse lo más posible al juego. En los casinos cercanos a Lake Tahoe arrancó su andadura como apostador, aunque al mismo tiempo ya había logrado trabajo de comerciante.
En alguna de sus noches en la sala de juegos observó como otros jugadores, también muy jóvenes como él, tenían una especie de estrategia para jugar al blackjack. Max se interesó por ellos y le confirmaron que tenían una especie de sistema para contar las cartas y poder ganar al crupier. Esto le pareció muy interesante, tanto que enseguida se puso con sus nuevos colegas a practicar. Sin embargo, Rubin tenía pensamientos más amplios. Sabía que la forma de poder ganar al crupier era pensar como él.
Por ello decidió buscar un trabajo como repartidor en las mesas de blackjack y lo encontró. A mediados de los setenta ya era un repartidor muy experto y además se dedicaba a practicar el conteo de cartas en la intimidad. Pero su trabajo dentro del casino no solo le dio para tener manejo con las cartas, sino que también estaba al tanto de todas las ofertas que ofrecían las salas de juego de las que se podía sacar partido.
En los siguientes años, Rubin formó equipo con otros expertos jugadores de blackjack. En estos equipos se enseñaba el arte del conteo y diversas fórmulas para tener una idea mental de la baraja en todo momento. Al mismo tiempo, Max subía puestos en la escala dentro del casino en el que trabajaba. Pasó por todos los niveles en aquel lugar. Empezó como un crupier más hasta que pasó a ser un jefe de mesa. Como tal, se encargaba de que ninguno de los jugadores hiciera trampa y de que todos los movimientos que hiciera el repartidor estuvieran en orden.
De ahí, llegó a ser uno de los gerentes de la sala y mano derecha del director, por lo que ya sabía todo lo que había que saber de los casinos. Rubin seguía viendo Las Vegas como su lugar fetiche, pero también quiso desplazarse a California para ver como andaba el ambiente del juego por allí. En ese momento fue en el que decidió que tenía que compartir todo lo que había aprendido tanto de crupier como de jugador. Eso sí, de una manera diferente.
En esos años, el pequeño se hizo grande gracias a la publicación de su libro titulado “Comp City: A Guide to Free Gambling Vacations”. En esta obra, Rubin da escasas pinceladas sobre los sistemas de conteo de cartas, pero en lo que realmente se centra es en ensalzar las debilidades de los casinos en lo que a las promociones que hace a los apostadores se refiere. Max muestra cómo hacer creer a una sala de juegos que empleas mucho dinero en tus apuestas, aunque realmente no lo hagas.
Si ese primer objetivo queda cumplido, entonces el casino empieza a ofrecerte pasajes gratis para realizar viajes a otras salas de su misma cadena, para alojarse en sus hoteles, para disfrutar de sus comidas y de sus bebidas. Es decir, desgrana como convencer a los grandes magnates de que regalar todo eso a un jugador vale la pena, ya que este se deja una auténtica fortuna cada vez que entra a las mesas. Una mirada diferente a la que la mayoría de la gente del sector está acostumbrada.
Su escrito tuvo gran repercusión. Tanta que incluso él mismo se sorprendió y se replanteó si podía tener futuro como redactor. Desde entonces ha escrito muchos artículos y en todos ellos deja muchas perlas y muy buenas para los jugadores. Y lo mejor es que todo ello le ha servido para hacerse un hueco destacado dentro de la industria. Ahora Max es comentarista en muchos eventos de blackjack que se retransmiten en los medios de comunicación.
También es el organizador de un torneo en el que se corona al mejor jugador del mundo de blackjack. Una competición que durante muchos años fue secreta, ya que Rubin mandaba invitaciones a todo el que consideraba que merecía optar a este reconocimiento. Sin esa invitación no se podía acudir al torneo y además el anfitrión exigía que los apostadores llevaran algún tipo de obsequio a la cena con la que se inauguraba el evento.
Además, también llegó a un acuerdo con el Barona Valley Ranch Resort and Casino, también conocido como Barona Casino y que se encuentra en California. En esta sala se encarga de entrenar a los crupiers para que hagan lo mejor que puedan su trabajo y para que puedan detectar cuando un jugador está haciendo trampas. Hay que destacar que este casino no veta la entrada a los apostadores que emplean las técnicas de contar las cartas, sino que intentan ponérselo más difícil.
Una de las razones es porque el propio Rubin ha convencido a sus directores de que en la mayoría de los casos no hay peligro. Es decir, que muchos de los jugadores no saben ejecutar bien las técnicas y por tanto no suponen un peligro real. Rubin también actúa como asesor para otros grandes casinos, algunos muy conocidos como el Mirage. Además, es el fundador y miembro del “Salón de la Fama del Blackjack”, del que solo forman parte los mejores de esta disciplina.